viernes, 12 de abril de 2013

GENEALOGÍA DE LA CANTORA CHILENA

GENEALOGÍA DE LA CANTORA CHILENA

“Yo considero que uno siempre es continuadora de otras actividades, de otra persona, que la ha formado” 

Gabriela Pizarro, Revista Chile Ríe y Canta Nº 2, mayo-abril 1992, Santiago.

Mujer con guitarra de Ezequiel Plaza (1891-1947)

Según el historiador Eugenio Pereira Salas, en la segunda mitad del siglo XVIII se establecieron en Chile las dos ramas principales del canto y la poesía popular: la rama femenina, la cantora, y la rama masculina, el pallador o, como se conoce hoy también, el poeta popular. Lo anterior se basa en un estudio clásico del doctor Rodolfo Lenz, el que, por lo demás, es el primero en establecer por escrito en una monografía, y dentro de la tradición institucional académica, los rubros y características de la música y la poesía de tradición vernacular. Dejemos hablar al eminente filólogo:

“Es común a ambas ramas que el canto se hace casi siempre en voz muy aguda. Las mujeres usan de preferencia el falsete […] Las cantoras cultivan casi exclusivamente el baile y los cantos alegres, en estrofas de cuatro y, menos a menudo, cinco versos; sus instrumentos son el arpa y la guitarra. Los hombres, en cambio, se dedican a los escasos restos del canto épico (romance), la lírica seria, la didáctica y la tenzón (controversia poética, llamada “contrapunto”). La forma métrica preferida [por el canto masculino] es la décima espinela y su instrumento, el sonoro guitarrón en el centro del país, y en las regiones del norte o del sur, el rabel”. [Los remarcados y la acotación entre paréntesis cuadrados son nuestros].
Pero habría que buscar la punta de esta madeja, si existiese, en los inicios de la historia de la sociabilidad humana. Lo que podríamos identificar como la reunión social del salón, o más bien lo que entendemos como la ocasionalidad familiar e íntima que se produce en torno a la comida, la bebida y, cada vez menos frecuentemente, a la música como ingrediente principal. Porque, convengamos, no es lo mismo poner o interpretar en vivo música para ser disfrutada en un entorno de relativa atención, de conversación que no se interrumpe con el mensaje musical, que dejar correr un cierto “ruido de fondo” permanente, capaz de llenar los eventuales vacíos de un parloteo y risas insustanciales.

Para seguir con la historia, hay estudiosos que fijan los inicios de la sociabilidad en los tiempos de Platón y Sócrates. Con esto se da carta de origen al salón moderno occidental con un tinte decididamente intelectual. Pero cualquier recorrido que dé cuenta de la historia del salón y su funcionalidad, principalmente los de la clase acomodada, debe considerar su fluctuación entre los que se limitan a la visita que mantiene y fomenta un intercambio sin pretensiones intelectuales y los que adquieren, sobre todo en el París del siglo XIX, un prestigio intelectual equivalente a la Academia.

En el mundo medieval regido por los señores feudales –cuyos émulos se podrían hallar entre muchos de los que hasta hace cuarenta y tantos años detentaban un poder omnímodo en los latifundios del Chile rural-, los trovadores y sus composiciones poéticas de lírica diversa traspasaban los puentes levadizos del castillo. La reunión para escuchar el canto y recitación del trovador viene a ser lo más cercano a lo que podemos reconocer como la sociabilidad del salón. Los salones cortesanos furtivos imprimen un ambiente lúdico erótico de conquista y coqueteo. Con el correr de los siglos, el piano va reemplazando al laúd y la voz de una joven que canta arias de óperas reemplaza el canto de la poesía enamorada del trovador.

Al nacer del Renacimiento se distingue la sociabilidad del castillo feudal de la de los salones ciudadanos, cuando despunta el alba del surgimiento de la burguesía comercial y bancaria, pero el castillo sigue recibiendo con especial amabilidad al visitante. Estas ocasiones constituían un evento donde se renovaban las ideas, llegaban noticias del exterior y, si el visitante era cantor o poeta, el ambiente podía enriquecerse con mil motivos. En las urbes el mecanismo era distinto. En las calles se expresaban los ciudadanos que podían relacionarse con sus amigos y conocidos. En cambio, las mujeres eran las dueñas de la sociabilidad hogareña, donde no había inconveniente en reunir damas y caballeros jóvenes. Aquí, donde la mujer gobierna, se une sociabilidad y cultura.

La actuación de la mujer como protagonista de la sociabilidad, principalmente en su papel de lo que llamaremos cantora, en Chile puede explorarse por medio de diversos testimonios de viajeros procedentes de varios países europeos y de la propia América del Norte, entre los siglos XVIII y XIX. Dejaremos hablar sólo a un par de ellos:

“Cuando se dignan cantar una romanza española su voz adquiere un encanto particular y se le escucha con verdadero placer. Sólo hemos oído cantar estas romanzas en los salones de segundo orden, en casa de los verdaderos chilenos. Cuando la cantora hacía vibrar su vihuela parecería que los asistentes obedecían a un poder mágico, y unían sus voces a ella”. [Los remarcados son nuestros]
El texto anterior es del francés Max Radiguet, que visitó Chile en 1847. Otro que vino a estas tierras unas décadas atrás respecto al viajero galo, Alejandro Malaspina, miembro de una expedición científico-política enviada por el rey español en la última década del siglo XVIII, dice taxativamente que en Chile “las mujeres tienen una posición poco común para la música”.

El siglo XIX, que trajo con la independencia una serie de cambios radicales a Chile, derivados esencialmente de su apertura al mundo “civilizado”, no fue menos rico en figuras y en trayectos del arte. Uno de los favorecidos, a no dudarlo, fue el de la cantora, que llegó a dignificar su figura y su acervo desde los tablados a todo imperio o el de los bodegones y chinganas, hasta el propio teatro, cuyos espectadores no arriscaron tanto la nariz, como se podría pensar, cuando, ya alrededor de 1835, en los cierres de fin de fiesta de cada representación operática o teatral, se registran las primeras interpretaciones de la zamacueca que acostumbraban ejecutar, al modo limeño, doña Carmen Aguilar y su hija Pepita. Ellas la bailaban, pero evidentemente en estas ocasiones se acompañaban de cantoras con arpa y vihuela bien sazonadas. En este ambiente es que surgen, al decir de Benjamín Vicuña Mackenna, las tres gracias: Tránsito, Tadea y Carmela Pinilla, Las Petorquinas, nativas de Petorca en la actual Región de Valparaíso, que eclipsaron a todas sus antecesoras y coetáneas.

En este tema, es mejor darle la palabra al músico y amenísimo memorialista José Zapiola y sus recuerdos de aquella época:

Las Petorquinas realizaron en el arte una revolución más trascendental que la que ocasionaron en Italia, los sabios emigrados de Constantinopla. La capital se cubrió de chinganas desde San Diego hasta San Lázaro [son los hitos marcados por recintos eclesiásticos ubicados en la Alameda, el primero en la esquina de la actual calle Arturo Prat  y el segundo en la cuadra que va a continuación de San Martin, hacia el poniente], y en la calle de Duarte [actual Lord Cochrane], en sus dos primeras cuadras, era escasa la casa que no tuviera ese destino”. [Las acotaciones entre paréntesis cuadrados son nuestras].
Y en este recodo del camino no podemos dejar de mencionar, una vez consolidada la flamante estela de la fama petorquina, entrañables nombres de cantores como el copiapino Eugenio Barros; el ciego Morales, alias El Guachalomo, que en Peñaflor entretenía a los veraneantes alternando el rabel con la guitarra; el arpista Ortiz, en Santiago, continuador ortodoxo de la tradición de las Pinilla; en Colchagua, los discípulos de don Javier de La Rosa, el Brujo y Cabildo, que sin dejar de lado el guitarrón, cultivaron la de la caramba y zamba.

Continuando tras la descripción del oficio y personalidad de una cantora, nos asomamos nuevamente a las palabras del omnipresente doctor Lenz. Dice que el arte de una cantora que goza de buen prestigio entre el pueblo, se debe a un amplio dominio de versos y melodías en los dos instrumentos musicales de su dominio, esto es, el arpa y la guitarra. Como contraste, entre la gente que él llama culta, hay pocos que conocen estos tipos de intérpretes talentosas y experimentadas, sobre todo con gran dominio de repertorio, por la simple razón de no haber presenciado la expresión de estos talentos y saberes en una fiesta popular. Considera el profesor, en la época en que escribe, que el canto femenino es el único verdaderamente popular, es decir, ampliamente practicado y oído en el país, ya que las verdaderas cuecas y tonadas populares rara vez se conservan por escrito y mucho menos se imprimen, andando profusamente de boca en boca en estrofas aisladas y, menos frecuentemente, en composiciones completas, variando ellas cada vez que se improvisan. Estipula el investigador que de cada “media docena” de mujeres del pueblo casi siempre podía toparse con una que supiese un buen número de cuecas y tonadas, acompañándose de la guitarra.

Allegándonos más cerca de nuestros días, podemos también recurrir al inefable y profundo testimonio estético del profesor Fidel Sepúlveda, que nos describe la visión de la cantora en estos términos:

“La cantora es una figura emblemática, es la oficiante del rito sagrado del encuentro. Ella no sólo aporta a la historia local, regional, nacional. Sus canciones engastadas en los acontecimientos claves de la vida -bautizos, casamientos, velorios, trillas, novenas, santos- son algo más que documentos; son monumentos, esto es, encarnaciones vivas de la historia. La cantora y su quehacer es un monumento por el que respira la vida, la memoria y sentido vital de una cultura”.
Sin embargo, la cantora es, asimismo, la expresión de algo que no es tan inmutable como el paisaje, la comunidad, el legado de los antepasados, sino que es la oficiante del rito de sanación de los dolores del pueblo. Da cuenta, como una cronista, de cada circunstancia del diario vivir, de las relaciones de poder en una sociedad estratificada, de la búsqueda de la justicia social, en la política, la economía, el trabajo. Temas, ni más ni menos, que integran lo que debe reconocerse también como la cultura de un pueblo. Lo expresa y defiende su razón de ser en certeras palabras una poeta popular de mediados del siglo XX:

“La Lira Popular fue en alguna ocasión atacada por algún mal intencionado que la acusó de contener consignas políticas. Aquellas personas olvidaban, sin duda, que la Lira Popular es la expresión clara y verdadera del pueblo de nuestra patria, que los versos en ella publicados son versos escritos por poetas que son obreros, campesinos, mineros, empleados, estudiantes y dueñas de casa: gente toda que lleva una vida dura y que sufre el peso de la carestía, de la injusticia, del analfabetismo, del hambre”.
Y en este contexto, donde debe atenderse a múltiples facetas: mujer, esposa, madre, cantora, trabajadora, la elegida por el hado del canto es creadora por sobre todas las cosas. Recibe una tradición que hay que revivir a cada paso, ir moldeando como arcilla bajo otros soles y lunas, con nuevas lluvias y nubes, calores y fríos. El tuétano más imprescindible de la tradición es la variante, aquel conjunto de aportes que, generación tras generación y valle tras valle, van agregándose al acervo cantable. Sin variantes no hay tradición. Ella debe ser capaz de insertarse, por cierto, en pleno océano de la modernidad y, últimamente, de nuestra posmodernidad: el tiempo de lo fragmentario y del neobarroquismo. Tiempos también de cultura de masas, pero, a diferencia del pasado siglo, la receta va tras la segmentación por clase socioeconómica, etaria, bien pensada y digerida antes por estudios de mercado. Dirigida a cada uno de los guetos en que se cisman nuestras ciudades.

Alberto Kurapel, actor y teórico de lo performático en, entre otras artes de la representación, el de la cantora, nos advierte:

“El desplazamiento del pensamiento artístico es una constante imprescindible de toda creación. Esta acción se ve paralizada por el comercio cultural que exige criterios estáticos que obligan a la perpetuación de un modelo rentable. Negación de la condición creadora, que no concierne al comerciante, y que lleva a la anulación de la búsqueda y a la aniquilación del artista. De esto eventualmente escapan aquellos grupos que, por una u otra razón, son marginalizados del mercado, recibiendo así el castigo/beneficio del anonimato y del aislamiento”.

Bibliografía Sugerente

Chavarría, Patricia; Isabel Araya y Paula Mariángel. Canto, palabra y memoria campesina, Valdivia, Tecnoimprenta Color Ltda., 1997.

Foresti, Carlos; Eva Löfquist y Álvaro Foresti. La narrativa chilena. Desde la Independencia hasta la Guerra del Pacífico. T. II, Costumbres e Historia, 1860-1879, Santiago, Ed. Andrés Bello, 2001.

Kurapel, Alberto. Margot Loyola. La escena infinita del folklore, Santiago, Centro Latinoamericano de Teatro-Performance, 1997.

Lenz, Rodolfo. Sobre la poesía popular impresa de Santiago de Chile, Santiago, Soc. Imprenta y Litografía Universo, 1919.

Pereira Salas, Eugenio. Los orígenes del arte musical en Chile, Santiago, Publicaciones de la Universidad de Chile, 1941.

Valenzuela, Inés. “Acerca de la vida de los actuales poetas populares”, Primer Congreso Nacional de Poetas y Cantores Populares de Chile, 15 al 18 de abril de 1954, en Anales de la Universidad de Chile, Nº 93, Primer Trimestre de 1954, Santiago, Universidad de Chile, 1954.

jueves, 11 de abril de 2013

Novedades de marzo y abril

Queridos amigos, ¡muchas gracias por todas sus felicitaciones! Nuestro trabajo es fruto de una vida de dedicación y pasión por nuestro folclore, y no hay nada más grato que su admiración.

Para seguir disfrutando, les ponemos a su disposición parte del trabajo de estos dos últimos meses. Este ha consistido en la grabación de aproximadamente 7 u 8 temas para un EP de Las Morenitas, que pretendemos sacar a la luz al abrirse la segunda mitad del este 2013, producido independientemente por Las Morenitas y ArteSónico en San Vicente de Tagua-Tagua. Adicionalmente, estamos preparando una producción que resume la relación de nuestra cofundadora Laurita Yentzen con la música popular chilena y latinoamericana, trabajo que incluye los arreglos musicales de Chabelita Fuentes en la primera guitarra, acompañando Tangos, Boleros, Valses, Sambas y Tonadas interpretados por Laurita.

Como sorpresa previa 


Como sorpresa previa, ya anunciada días atrás en nuestra cuenta de Facebook (@Las Morenitas Cantoras), la participación fonográfica de nuestra directora junto a la maestra Margot Loyola. Ésta última mantiene amistad con Chabelita Fuentes desde el año 1950, año en que se conocieron en la fiesta de la vendimia de Curicó. Dicha ocasión, y los muchos encuentros que vinieron posteriormente, les permitieron afianzar una larga amistad personal y musical, la que se ve reflejada en esta grabación realizada a inicios de 2001 en el domicilio de doña Margot, y contenida en el disco de la Maestra titulado "Legado Musical Inédito de un Premio Nacional de Arte". Juntas interpretan la tonada del folklore tradicional chileno "Ay Corazón Canta", Margot Loyola en la primera voz y guitarra; y Chabelita Fuentes en la segunda voz y el arpa. A continuación, el link:

https://soundcloud.com/las-morenitas-cantoras/ay-coraz-n-canta-margot-loyola

El trabajo de Laurita y Chabelita.


En su versatilidad como músicas, Las Morenitas quieren presentar al público el nuevo proyecto en que están embarcadas: la realización de versiones de música popular cantada durante los dos últimos tercios del siglo XX en la voz de Laurita Yentzen (80 años) y en la primera guitarra de Chabelita Fuentes (82 años). Esta versión "demo" o maqueta en progreso de El Plebeyo, famoso vals peruano, forma parte de un proyecto discográfico mayor que se encuentra en pleno estado de grabación, y que espera ver la luz en el último tercio de 2013. Va el link, para que lo disfruten:

https://soundcloud.com/las-morenitas-cantoras/el-plebeyo

Y seguimos vigentes

Les compartimos con alegría la primera de tres cuecas interpretadas por las fundadoras de las Morenitas, Laura Yentzen e Isabel Fuentes. ¡Los años pasan, pero las cuecas siguen! Pronto más novedades...


Video realizado el 8 de abril de 2013 en San Vicente de Tagua-Tagua, Cachapoal, Región de Ohiggins, Chile:


jueves, 4 de abril de 2013

Concierto domingo 7 de Abril

¡Amantes de la cultura!
 Este domingo 7de Abril a las 10.00 horas estaremos en el 1er encuentro Folclórico "Raíces del Tagua-Tagua", en el parque Municipal de San Vicente de Tagua-Tagua. ¡Vengan a disfrutar de un espectáculo sin igual!